Allen Iverson y los 76ers de la temporada 2000-01 son una bella historia que siempre valdrá la pena contar. Construidos a partir de un jugador de estatura baja, MVP absurdo, con un estilo callejero, desafiante y por momentos casi violento, alcanzaron las Finales de la NBA.
En una ciudad como Philadelphia, donde el deporte es religión, los triunfos del equipo de Larry Brown impulsaron al público a un enamoramiento en continuado, que empezó de manera distante pero que terminó siendo piel. Iverson se transformó en el ícono de los que corren de atrás, de los que desafían el orden establecido, de los que luchan por conseguir girar la adversidad para transformarla en fortaleza.
Incluso fue símbolo de transgresión y resistencia: si algo le parecía mal, se levantaba y se iba. Si no quería hacer pesas o prefería no correr el tiempo que se necesitaba, directamente no lo hacía. Las reglas para A.I. nunca estuvieron del todo claras. Ese fue su magnetismo con una generación desafiante pero también su pecado para no poder mantener un tiempo prolongado su dominio. Para muchos, más allá de sus logros deportivos, fue ejemplo de lo que no hay que hacer.
La noche del 6 de junio de 2001 es recordada porque dos jugadores rivales, Iverson y Shaquille O’Neal, anotaron 40 puntos en el mismo partido de Finales. Fue la segunda vez que ocurrió en toda la historia: Iverson hizo 48 en los 76ers y O’Neal finalizó con 44 para los Lakers.
ALLEN IVERSON Y LA HUMILLACIÓN A TYRONN LUE
Aquel equipo de los Sixers estaba construido para potenciar a Iverson. Exceso de jugadores de rol y toma de decisiones exagerada para el pequeño escolta de Philadelphia. Sin embargo, esa fórmula extraña para el básquetbol de esta época, funcionó en aquel entonces. Brown llevó a los Sixers a las Finales NBA ante los Lakers, tras dominar la Conferencia Este en temporada regular (56-26) y quebrar a los Indiana Pacers (3-1), Toronto Raptors (4-3) y Milwaukee Bucks (4-3) en las series de postemporada anteriores a la definición.
En la noche del Juego 1 de Finales, todo parecía indicar que se avecinaba una barrida del equipo de Phil Jackson. No era para menos: no solo eran un equipo mejor con Kobe Bryant y O’Neal entre sus filas, sino que no habían sufrido el desgaste de los Sixers. De hecho, los Lakers no habían perdido por casi dos meses.
Al inicio, el 21-9 en el marcador parecía confirmar los pronósticos. Sin embargo, los 30 puntos de Iverson en la segunda mitad y el parcial 13-7 solo de él contra los Lakers completos en el tiempo extra cambiaron el parecer general.
“Mucha gente se olvida, pero estábamos 15-1 en los playoffs. Si no fuera porque Allen Iverson pasó por encima a Tyronn Lue, probablemente seríamos el mejor equipo de la NBA en ganar un campeonato. Aún tenemos el récord”, recuerda Shaquille O’Neal, quien además de sus 40 puntos bajó 20 rebotes y entregó cinco asistencias esa noche.
Los Lakers finalmente se consagraron en aquellas Finales, como todo el mundo esperaba. Pese a la derrota inicial en el Staples Center ante casi 19.000 personas, conquistaron el título tras ganar los cuatro juegos siguientes. O’Neal fue elegido el MVP de las Finales NBA tras finalizar con 33 puntos, 15.8 rebotes y 4.8 asistencias por aparición.
“Aquel step over de A.I. me hizo definitivamente famoso. La cuestión con Allen Iverson es que él me hizo alguien… Si Milwaukee hubiese vencido a Philadelphia (en las Finales de la Conferencia Este), posiblemente no habría jugado. Así que ese podría haber sido mi último año en la NBA. La gente no entiende que cuando Iverson llegó a esa definición realmente salvó mi carrera. Sin Iverson, seguramente no existiría un Tyronn Lue”, recordó el ex escolta de Lakers a Bleacher Report.
Iverson, amado u odiado, llevó a los Sixers a conquistar imposibles. A extender límites y a soñar en grande después de mucho tiempo.
Su actuación del 6 de junio de 2001 está considerada por muchos como una de las más destacadas producciones individuales en la historia de las Finales NBA.