Los Detroit Pistons de los 80′ son reconocidos como los «Bad Boys», uno de los equipos más físicos que tuvo la NBA en su historia. Dirigidos por Chuck Daly, encontraron la forma de ser capaces de competir contra los Boston Celtics de Larry Bird y Los Ángeles Lakers de Magic Johnson. Hallaron la fórmula que les dio los títulos de 1989 y 1990, demorando así el dominio de los Chicago Bulls de Michael Jordan.
Este juego físico marcado por una combinación de defensa intensa y golpes antideportivos, los convirtió en los más odiados de la NBA. Sólo los fanáticos de los Pistons validaron la forma para competir, pese a ser un período de mucho roce en la liga. Nadie los quería por fuera de ellos, eran los más odiados de la competencia.
Dentro de este plantel de héroes para los locales y villanos para el resto, no había nadie como Bill Laimbeer. El pivote conectaba el talento ofensivo de Isiah Thomas y Joe Dumars con el juego físico de Dennis Rodman. Capaz de hacerse valer en el poste bajo tanto en ataque como en defensa. Era visto como el «blanquito» del equipo que también sabía sacar a cualquier jugador de las casillas. Fastidioso como ninguno por su trash talking como su facilidad para colocar golpes arteros.
Sin embargo, también fue el primer pivote tirador de la NBA. Promedió un 32,6% de efectividad desde lejos en su carrera, cuando recién se había dado la inclusión de la línea de los tres puntos. Esto le dio a Detroit la posibilidad de explotar al máximo la capacidad de sus otros jugadores. Era tan odiado como deseado. La criptonita para el pivote tradicional en la década de los 80′.
El interior de los Pistons indiscutiblemente se volvió el gran villano de la NBA. No obstante, pocos recuerdan que disputó cuatro Juegos de las Estrellas y que lideró la liga en rebotes. También, al hablar de él pasa inadvertido que promedió un doble-doble por juego en seis de sus catorce campañas en la liga. Luego, al retirarse, se volvió todo un referente como entrenador de la WNBA. Tres títulos y dos premios al mejor en el cargo en la liga femenina.
UNA INFANCIA DE LUJO
Bill Laimbeer nació el 19 de mayo de 1957 en Boston, Massachussets. Hijo de William Laimbeer Sr, quien supo ser el presidente como dueño de la empresa Owens-Illinois. Su padre trabajó arduamente para que la compañía sea una de las máximas proveedoras de envases de vidrio en el planeta. De hecho, la posicionó dentro del Fortune 500, listado que recoge a las 500 empresas más poderosas del mundo.
Bill alguna vez bromeó sobre la diferencia salarial entre uno y otro durante su paso por la NBA. «Soy el único jugador que cobra menos que su padre», soltó con una cuota tan graciosa como realista. Su vida no estuvo marcada por la necesidad, sino más bien por la posibilidad de tener prácticamente todo deseo material al alcance de la mano.
No obstante, su carácter laborioso se forjó a partir de dos situaciones. Por un lado, mamó el trabajo duro de su familia para superar cualquier límite posible. Por el otro, tuvo que hacerse fuerte ante el cambio constante. Con un padre tan requerido, la mudanza se hizo cuenta corriente en sus primeros años. Vivió en Boston, Chicago y Palos Verdes Estates dentro del condado de Los Ángeles. Así, se le hacía difícil tener amistades duraderas como tangibles. Curiosamente, luego sería odiado en cada una de las tres ciudades que transitó por los tragos amargos en el plano deportivo.
A su vez, tuvo una adolescencia marcada por el estudio, el básquetbol y la actuación. Trabajó en la serie «Land of the Lost» (1974-76) como uno de los Sleestak.
PROBLEMAS EN EL CAMINO A LA NBA
Llegó la etapa universitaria y aceptó sumarse a Notre Dame, pero a los dos meses quedó descartado por no demostrar el nivel necesario para mantenerse en el instituto. Pasó un año en la Owens Technical College de Ohio, donde trabajó arduamente para conseguir el nivel necesario para volver a Notre Dame.
Ya en 1978 volvió a Notre Dame para los últimos dos años previos al salto al profesionalismo. Promedió 7,3 puntos y 6,0 rebotes, mostrándose como un sólido jugador interior. No obstante, estaba lejos de destacarse del resto. Su aporte tuvo valor en las dos apariciones en los torneos de NCAA, pero no cautivó realmente a la NBA.
Terminó 1979 como jugador seleccionado por los Cleveland Cavaliers con el 65° puesto del Draft. La franquicia de Ohio siguió de cerca su trayectoria universitaria, pero no fue lo suficiente para convencerla. Era mejor optar por otra vía que permita adquirir el nivel necesario para la máxima competencia. Así, eligió pasar un año en Europa.
El destino fue Italia y más precisamente el Basket Brescia. El viejo continente le supuso un nuevo trabajo duro: adaptarse a estar lejos de casa, con idioma y costumbres diferentes, y ajustar su juego al plano FIBA. Allí pulió su tiro a distancia, que luego se convertiría en el triple NBA. Lideró al conjunto con 21,1 puntos y 12,3 rebotes, además de ser la principal razón de ser sexto en la fase regular. El Emerson Varese (hoy Pallacanestro Varese) tuvo que aguantar una serie a tres juegos para sortear al equipo de Brescia.
LA LLEGADA A CLEVELAND
Bill Laimbeer desembarcó en los Cavaliers para la temporada 1980-81, una campaña de transición para el equipo de Ohio. El plantel perdió a Bingo Smith, Butch Lee y Austin Carr como también al entrenador Stan Albeck, quien se marchó a los San Antonio Spurs. Así se volvió uno de los tantos jóvenes en un equipo marcado por la reconstrucción. El plantel apenas contó con tres jugadores que superaron los cinco años en la NBA en aquella 1980-81.
Como era de esperarse, Cleveland deambuló por los últimos puestos del este con una marca de 28-54. Sin embargo, el escenario adverso le permitió mostrarse. Promedió 9,8 puntos, 8,6 rebotes, 2,7 asistencias, 1,0 tapas y 0,7 robos en 30,1 minutos por noche. Si bien tuvo un muy buen primer año, no ingresó al quinteto ideal de novatos (recién en 1989 apareció el segundo elenco ideal).
Aquel impulso de la primera campaña se perdió en la segunda. Cleveland tuvo un período turbulento marcado por el cambio constante. Cuatro entrenadores, 23 jugadores con al menos tres apariciones en cancha, y una gerencia sin ideas claras marcaron la etapa. Quedó relegado por la llegada de James Edwards como la presencia de siete ala-pivotes en el plantel durante la campaña. Bajó sus números a 6,7 puntos, 5,5 rebotes y 0,6 tapas con una media de casi 17 minutos entre 50 apariciones.
Sin embargo, el año no fue para el olvido por una situación. Uno de esos cuatro entrenadores fue Chuck Daly, quien dirigió 41 partidos antes de ser despedido. El entrenador rápidamente conectó con Laimbeer, comprendiendo que él debía tener mayor rodaje en los Cavaliers.
No obstante, fue traspasado a Detroit Pistons en la jornada del 16 de febrero de 1982. Enviado junto a Kenny Carr por Phil Hubbard, Paul Mokeski, un pick de primera ronda de 1982 (John Bagley) y otro de segunda ronda del mismo año (Dave Magley). Laimbeer jugó para la franquicia hasta 1993, cuando se retiró.
LA REUNIÓN CON CHUCK DALY
Bill Laimbeer aprovechó cada momento en los Pistons. Tal es así que disputó todos sus juegos como titular del elenco de Michigan entre 1982 y 1990. Un total de 765 partidos consecutivos en el quinteto inicial por fase regular. Todo a partir de su indiscutible aporte tanto en ataque como defensa, además de ser un interior con tiro a distancia inusual.
El interior demostró su poderío desde el ocaso de aquella campaña 1981-82 en la que promedió 12,8 puntos, 11,3 rebotes y 1,1 tapas en 31,2 minutos. Su arribo potenció al equipo que tenía como líder al novato Isiah Thomas. Un aporte clave para alcanzar una marca de 39-43, marca que no les permitió clasificar a Playoffs por tan sólo tres victorias.
Si bien se esperaba que Detroit de el salto en la 1982-83, el combinado de Scotty Robertson falló en su intento. Una marca de 37-45 que los dejó décimos en el este. Todo esto pese a leves mejoras en el juego de Laimbeer (13,6 puntos, 12,1 rebotes y 1,4 tapas), quien fue seleccionado al Juego de las Estrellas. Su gran campaña se dio junto a una destacada de Isiah Thomas, quien fue seleccionado al segundo quinteto ideal. A partir de esta bajada en el rendimiento colectivo, Jack McCloskey, gerente general, decidió despedir a Robertson. Su reemplazo fue Chuck Daly.
Daly utilizó los rendimientos de Thomas, Kelly Tripulcka y Laimbeer para imponer una nueva idea de juego. Una ofensiva marcada por el pase en la que Thomas fue el máximo anotador (21,3 puntos) como creador (11,3 asistencias). Un estilo de juego basado en el trabajo duro que sedujo de inmediato a la ciudad de Detroit. Laimbeer era el encargado de darle balance a la ofensiva con su aporte defensivo, vital en el esquema que ganó 50 de los 82 partidos. Detroit firmó su primera campaña positiva en siete años e ingresó a los Playoffs. La caída ante New York Knicks (3-2) no frenó el positivismo frente a un equipo que de a poco iba encontrando una identidad.
LA RIVALIDAD CON LARRY BIRD
La clasificación a los Playoffs de 1984 fue un alivio para el combinado de Michigan. Sin embargo, el equipo debió pasar unos años hasta volverse un real contendiente. El equipo de Daly tenía una de las mejores ofensivas de la liga, pero casi siempre terminaba en el Top 10 de los peores en defensa. Así, tenía desempeños válidos para clasificar a postemporada, pero no consumaba el golpe necesario para volverse el contendiente que quería ser.
Durante los siguientes años, Detroit profundizó su plantel. Vinnie Johnson llegó en 1984; Joe Dumars y Rick Mahorn lo hicieron en 1985; mientras que Dennis Rodman, Adrian Dantley y John Salley lo hicieron en 1986. Recién en esta última campaña, el equipo consolidó su identidad de Bad Boys.
Sin embargo, el aviso de Laimbeer arrancó mucho antes. En una conferencia del este marcada por los Boston Celtics, el pivote arrancó una rivalidad con uno de los máximos emblemas del momento, Larry Bird. Ambos oriundos del estado de Indiana, aunque con llegadas a la NBA muy diferentes. Laimbeer arribó de una familia bien acomodada. Bird era uno de los seis hermanos concebidos entre Joe Bird y Georgia Marie. Curiosamente, el de los Pistons era uno de los jugadores favoritos de su madre.
El primer cruce entre ambos se dio en las semifinales de conferencia de 1985. Boston dominó desde el inicio de la serie, con un triunfo muy abultado y un segundo ajustado ante su gente. En el complemento de aquel segundo asalto, Laimbeer mostró su frustración al darle codazos a Bird cuando estaba en el poste bajo. Esto despertó a la leyenda de los Celtics, que venía teniendo un partido aceptable para sus estándares. Con su nariz rota y la remera ensangrentada, desató su furia como su talento. Anotó 17 de sus 42 puntos en la noche durante el último cuarto. Una producción que acompañó con 10 rebotes y 5 asistencias. A partir de él, el dueño de casa se impuso por 121-114 para tomar una ventaja de 2-0.
Al finalizar el partido, Bird señaló que Detroit estaba frustrado por no poder parar a su equipo. A la vez, le marcó al medio Boston Globe que Laimbeer estaba frustrado por estar jugando mal. El pivote no dialogó con la prensa tras la derrota, pero respondió en la cancha durante el tercer punto de la serie. 27 puntos con un 10/18 de campo y 10 rebotes para encabezar el 125-117 que permitió achicar la diferencia. Aquel encuentro también quedó marcado por su cruce de golpes con Robert Parish.
A pesar de un par de declaraciones cruzadas entre Bird y Laimbeer, la cosa se enfrío tras el 2-2 consumado en Detroit. Boston hizo el trabajo para frenar a su rival en pos de ganar los dos juegos que permitieron el pasaje a las finales. El combinado celta ganó la serie, como las finales de conferencia, pero no pudo ser campeón por su caída ante Lakers (4-2). Larry se marchó vencedor del Silverdome tras el sexto juego, pero esa fue la primera de las cinco batallas que tuvieron en postemporada.
EL GOLPE MÁS RECORDADO
La temporada 1985-86 fue muy mala para el estándar que venía estableciendo Detroit. El equipo mostró una regresión por su falta de solidez defensiva. Permitió una media de 113,0 puntos por noche, el octavo peor registro de la fase regular. La franquicia firmó una marca de 46-36 para ingresar a Playoffs, pero fue eliminada en la primera ronda por los Atlanta Hawks (3-1). A su vez, Bill Laimbeer no pudo mantener viva su racha de tres apariciones consecutivas al All-Star por un leve descenso en sus medias (16,6 puntos y 13,1 rebotes). Larry Bird se alegró por la decisión de los periodistas y manifestó en conferencia de prensa: «Me alegra no tener que escucharlo un año más diciéndome “Hola Larry” y respondiéndole “Fuck you, Bill”».
Sin embargo, el camino de ambos se volvió a cruzar en los Playoffs de 1987. Detroit se potenció por las llegadas de Rodman, Dantley y Salley. Con un plantel mucho más profundo, firmó una fase regular de 52-30. Luego, no tuvo problemas para hallar su camino a las finales de conferencia. Victorias fáciles sobre Washington Bullets (3-0) y Atlanta Hawks (4-1) permitieron la reunión con los Celtics en la batalla por la corona del este.
Al igual que en la serie anterior entre ambos, Boston abrió con dos triunfos en casa. El combinado del estado de Michigan respondió en el tercero con un gran Bill Laimbeer. Su producción de 18 puntos, ocho rebotes y cinco asistencias en la victoria por 122-108 quedó eclipsada por el gran suceso de la noche.
En el tercer cuarto, Bird realizó una finta de tiro a la cual Rodman reaccionó con un salto. Al ver esta situación, el pivote lo tomo por el cuello con su antebrazo derecho antes de que pueda tirar. Una toma de lucha libre a la cual Bird reaccionó con dos puñetazos a la cara de Laimbeer. Luego, tras la separación de jugadores de ambos equipos, el de los Celtics no ocultó su enojo y le dio un pelotazo ya que no podía acercarse. Ambos fueron expulsados: Bill por la acción, Larry por la reacción.
El duelo siguió en la prensa. Bird respondió a lo sucedido que no estuvo bien, pero que tampoco se arrepentía y que se estaba defendiendo del jugador más sucio del planeta. A su vez, marcó que hubiese querido tener 15 minutos de pelea sin ninguno en el medio. Fiel a su estilo de bully, Bill Laimbeer respondió haciéndose el desentendido. «No hice nada. Simplemente quise ir a buscar la pelota. (…) Soy una víctima de mi reputación», aportó sobre el conflicto. Al ver esta respuesta, Bird también tuvo su ironía: «Claro, no quiso lastimarme (…). Sólo le quise pasar la pelota al árbitro y la cara de Bill se interpuso en el camino».
El cuarto partido tuvo a un Detroit que dominó de principio a fin. El duelo entre Laimbeer y Bird tuvo una guerra fría en la que no hubo golpes, aunque contó con bastante trash talking. Larry se negó a darle la mano tanto antes como después del partido. Al ser preguntado por esta situación, respondió: «¿Por qué lo haría?». Bill sonrió al enterarse de esto. Estaba más que conforme con sus 20 puntos y 13 rebotes en el 145-119 que igualó la serie.
La siguiente batalla de la serie fue recordada por dos momentos. Primero, por el cruce entre Robert Parish, quien le dio tres puñetazos a Laimbeer en la cara y ni siquiera fue sancionado con una falta. Luego, porque Detroit tenía una ventaja de un punto a cinco segundos del final y posesión. Isiah Thomas se apuró, envió un pase al pivote que fue interceptado por Bird. El alero dibujó una de las jugadas más recordadas de la historia para el 3-2. Si bien el conjunto Piston luego forzó un séptimo juego, nunca encontró la vuelta de frenar a su rival, que avanzó a las finales con un favorable 4-3.
Tras la eliminación, Dennis Rodman admitió que Larry Bird era el mejor jugador del mundo por lo que sabía hacer en los momentos decisivos. Isiah Thomas replicó que era considerado de esa manera porque era blanco. Su declaración desafortunada reavivó la gran disputa racial estadounidense, lo que llevó a Detroit Pistons a ser el equipo más odiado del país. Golpeador, con declaraciones racistas y un estilo de juego despiadado. La franquicia abrazó esta imagen de villano de la mano de Bill Laimbeer.
LAS PRIMERAS FINALES
La temporada 1987-88 arrancó en un plano de odio en contra de los Pistons. El equipo de Chuck Daly potenció la identidad conseguida en la campaña anterior, mostrándose como uno de los elencos más completos. La marca de 54-28 permitió el boleto a Playoffs. Luego, un ajustado 3-2 sobre los Washington Bullets posibilitó el pasaje a semifinales de conferencia.
Allí, el equipo se enfrentó con Michael Jordan y sus Chicago Bulls en lo que fue la primera de las cuatro batallas entre estos dos rivales. El reconocido escolta había deslizado en 1987 que Bill Laimbeer era el jugador más sucio de todos. Una declaración que vivió en carne propia.
El equipo tomó nota de su último juego de fase regular entre ambos. En la noche del domingo 3 de abril de 1988, Michael Jordan despachó a los Pistons con una producción de 55 puntos. 21/27 de campo, anotando la mitad de los tiros que clavó su equipo. Con un todavía prematuro Scottie Pippen a su lado, era la única amenaza real de los Bulls.
Esta situación dio origen a las Jordan Rules. Un sistema de estrategias defensivas para frenar a Michael con dos puntos principales: dobles marcajes y orientarlo hacia su mano inhábil. Como el entrenador Doug Collins no había podido formar un esquema ofensivo a su alrededor, Detroit sólo se preocupó en bajar su goleo. Esto, como era de esperarse, también incluyó golpes y de eso se encargó Bill Laimbeer. Cometió 10 faltas personales para acompañar al esquema de Chuck Daly. Detroit dominó a Chicago con un 4-1.
Lo que siguió a aquel recordado triunfo fue la tercera batalla contra los Celtics, esta vez con chances claras de imponerse. Sin tanto roce excesivo como en otras ocasiones, Detroit replicó su sistema para frenar a Bird. El alero apenas encajó el 35% de sus tiros pese a promediar 19,8 puntos en la serie. El elenco de Michigan ganó tanto el primero como en el quinto en el Garden para tomar el impulso necesario para cerrar con un 4-2. En los momentos definitorios del sexto juego, tanto Bird como sus compañeros se retiraron del parqué del Silverdome sin saludar a los rivales. La realeza rompió el protocolo implícito de la liga.
Bill Laimbeer se lesionó su hombro derecho en aquella serie ante los Celtics. Si bien jugó las finales ante los Lakers, tuvo un rol menor en la última conquista de Kareem Abdul-Jabbar. En un cruce muy parejo que fue a siete juegos, Detroit sintió la merma de su interior que apenas promedió 9,2 puntos y 7,4 rebotes. El creador del skyhook estuvo lejos de su nivel tradicional, pero se retiró con un nivel más que importante para aportar su granito de arena en la obtención del título.
LA PRIMERA CORONA
Si bien la caída dolió bastante, Detroit fue el gran (y posiblemente único) candidato en 1989. Los Ángeles Lakers denostaba problemas con su vejez ante la inminente salida de Abdul-Jabbar. Boston Celtics empezó a ver el ocaso de su era marcada por títulos y no tenía el poderío para retomar la corona. Así, la gran disputa era en el este contra los Chicago Bulls de Michael Jordan.
Esa premonición se cumplió en la fase regular con un 63-19, la mejor marca de los Pistons en la historia. La llegada de Mark Aguirre, a diferencia de lo que marcó la mayoría de los expertos, potenció a un equipo que necesitaba goleo. La postemporada inició con un 3-0 sobre los Boston Celtics que no estuvieron ni cerca de hacerle cosquillas. Luego, un 4-0 sobre los Milwaukee Bucks revalidó la teoría. El único escollo estaría en frente en la definición regional.
Chicago ganó tanto el primer como el tercer partido de la mano de Michael Jordan. No obstante, una vez que Daly impuso las Jordan Rules, no tuvo manera de doblegar a Detroit. Bill Laimbeer aportó 7,7 puntos como 7,3 rebotes en 30,1 minutos por noche para el 4-2 de los Pistons sobre los Bulls.
Su aporte en las finales ante los Lakers pasó por los golpes. 15 faltas en cuatro partidos, una media de 3,7 por encuentro. Magic Johnson se lesionó, perdiéndose el tercer encuentro, mientras que James Worthy no pudo hacer lo suficiente para dar vuelta la historia. Detroit barrió al equipo angelino para su primer título en la historia.
EL SEGUNDO TÍTULO
El retiro de Abdul-Jabbar reafirmó a los Pistons como el gran candidato al título. La única amenaza era el cambio de entrenador en Chicago: se fue Doug Collins para que Phil Jackson tome su lugar. El entrenador empezó a imponer la ofensiva del triángulo que descentralizó la pelota de las manos de Jordan, lo que impidió la aplicación de las Jordan Rules.
Detroit volvió a tener la zona liberada en su camino al cruce con Chicago. 59-23 en fase regular para ser el mejor de la conferencia, 3-0 a los Indiana Pacers de un joven Reggie Miller y 4-1 a los New York Knicks de Patrick Ewing. La mesa estaba servida para un nuevo cruce entre los dos mejores elencos de la liga.
El esquema de Jackson, todavía no tan aceitado, cambió rotundamente el acercamiento de los Pistons. El equipo continuó enviando dobles marcajes a Jordan, pero esta vez el escolta encontró a buenos jugadores a su alrededor para aliviar su presión anotadora. A partir del desgaste mental como físico por los altercados, Detroit encontró la fórmula para sacar a su rival de las casillas. Esta fue la diferencia en el 4-3 que le permitió su tercera aparición consecutiva en la definición de la NBA.
Las finales fueron otra historia. Los Pistons aprovecharon el envión y, a pesar de un traspié en el segundo juego, no tuvieron problemas con los Portland Trail Blazers. Los de Michigan no pudieron aprovechar la histórica noche de seis triples de Bill Laimbeer en el segundo asalto para ponerse 2-2. No obstante, hallaron el camino para no tener problemas en los siguientes cruces. Tuvieron a su pivote en un nivel altísimo con medias de 13,2 puntos y 13,4 rebotes para volver a tocar el cielo con las manos.
EL OCASO
Detroit fue en busca del three-peat en 1991, pero empezó a sentir el paso del tiempo como la mejora de sus máximos rivales. El equipo tuvo una de las cinco peores ofensivas de la liga, principalmente porque Isiah Thomas se perdió 48 partidos de la fase regular. Sin tantas armas como en otras épocas, tuvo una muy buena fase regular (50-32), pero la tuvo complicada en postemporada.
Debió ir a cinco juegos para superar a los Atlanta Hawks en la primera instancia, como a seis para imponerse a los Celtics de un lesionado Larry Bird. Halló el camino a las finales de conferencia, pero fue destrozado por los Chicago Bulls de Jackson. La ofensiva del triángulo hizo estragos con las Jordan Rules, mientras que Scottie Pippen empezó a mostrarse como el compañero clave que el escolta tuvo. El 4-0 marcado por la dura falta de Rodman a Pippen como la despedida sin saludar del cuarto juego marcó el final de la racha ganadora de los Pistons. Desde allí, Chicago inició su dominio de seis títulos en ocho años.
Como si la levantada de Chicago fuese poca, Detroit empezó a desarmarse en 1991. El equipo dejó de contar con Vinnie Johnson, mientras que a mediado de temporada llegó la confirmación que Chuck Daly sería el entrenador del Dream Team. A fin de convencer la reunión de las máximas estrellas, el coach debió prescindir de Isiah Thomas. Así, era imposible mantener una relación sana entre entrenador y jugador. Esto se sintió en el desempeño de Detroit, que tras un 48-34 fue eliminado por New York Knicks (3-2) en la primera ronda.
Daly se vio obligado a marcharse para conquistar los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 y luego buscar otro destino para la siguiente campaña de la NBA. Ron Rothstein fue el designado a tomar el cargo. Dennis Rodman lidió con problemas personales; Mark Aguirre se perdió 31 partidos y Bill Laimbeer perdió su lugar como titular. Esto profundizó la crisis a un 40-42 que ni siquiera alcanzó para ingresar a Playoffs.
La 1993-94 fue la última temporada de Laimbeer en la NBA. Apenas 11 apariciones con 9,8 puntos y 5,6 rebotes en 22,5 por encuentro. Tuvo dos juegos en los que anotó al menos 25 puntos antes de despedirse en la noche del 28 de noviembre de 1993. Su última aparición estuvo atravesada por dos tantos y seis rebotes en 23 minutos durante una derrota a manos de los Golden State Warriors.
Bill Laimbeer se despidió de los Pistons como el máximo reboteador (9430), además de liderar el rubro en defensivos como ofensivos (en este último fue superado por Andre Drummond). Con 937 apariciones fue el tercero en el rubro histórico de la franquicia, únicamente por detrás de Isiah Thomas y Joe Dumars. También acabó quinto en dobles anotados, misma posición en bloqueos y décimo en robos. Como no era de extrañar, también tiene el récord de mayor cantidad de faltas cometidas (3131). Aunque también el mejor en win shares, el cuarto mejor en offensive win shares y el segundo en defensive win shares.
Laimbeer será recordado como el máximo villano que vio la NBA. Sus cruces históricos contra Larry Bird, Magic Johnson y Michael Jordan hablan por sí sólos. Sin embargo, esto no debe tapar que era un excelente defensor, un muy buen aportante ofensivo y el primer pivote tirador que vio la NBA. El lado B del némesis de la liga.