En el vibrante Boston Garden, donde los Boston Celtics resplandecían como una fuerza imparable en la NBA, se desplegó un episodio verdaderamente singular que fusionó la energía del básquetbol con las notas mágicas de un acordeón. En este escenario inverosímil, Tony Lavelli, exestrella de Yale y selección principal de los Celtics en 1949, se erigió como el héroe musical que transformó la historia de la franquicia verde.
El 22 de diciembre de 1949, en su decimotercer partido con la franquicia verde, Lavelli dio un show por partida doble: anotó 26 puntos en el triunfo ante Minneapolis Lakers, camino al segundo título consecutivo de la NBA de los Lakers.
En el entretiempo, el versátil Lavelli invitó a los 5.206 aficionados del Boston Garden a un miniconcierto de acordeón, en lo que fue una de las dos docenas de actuaciones que ofreció en toda la liga y por las que la NBA le pagó 125 dólares por concierto.
UN TALENTO MULTIFACÉTICO DESATA LA TORMENTA
Lavelli, un prodigio en el piano, el violín y el acordeón, ganó fama en Yale por su habilidad musical y su destreza en la cancha.
ENTRE LA MÚSICA Y EL BÁSQUETBOL
Graduado, Lavelli se sumergió en el mundo del entretenimiento, tocando en el Latin Quarter de Boston. Sin embargo, la persuasión de Walter Brown, propietario de los Celtics, y Maurice Podoloff, comisionado de la NBA, lo llevaron de nuevo al corazón del básquetbol. Firmó un contrato dual que incluía un salario sólido y la oportunidad de ofrecer 25 conciertos de medio tiempo por temporada.
Con su acordeón en mano, Lavelli se convirtió en una fuerza inigualable de la NBA. Su actuación más impresionante ocurrió el 22 de diciembre de 1949, cuando los Celtics desafiaron a los Minneapolis Lakers. Lavelli anotó 26 puntos, superando a la estrella de los Lakers, George Mikan, y llevando a los Celtics a una victoria que resonó en la historia.
La multitud, acostumbrada a los piques y las anotaciones con creatividad, se encontró hipnotizada por el virtuosismo de Lavelli en el acordeón, una hazaña que trascendió los límites convencionales del deporte.
DE LAS CANCHAS A LAS LUCES DE BROADWAY
Aunque la carrera de Lavelli en los Celtics fue efímera, su legado trascendió las estadísticas de básquetbol. Con aspiraciones en el mundo del cine y la música, se trasladó a New York para perseguir sus sueños. Aunque brevemente jugó para los Knicks, su corazón ya no estaba en el deporte inventado por James Naismith. Lavelli optó por la comedia y se unió a los Harlem Globetrotters antes de abandonar definitivamente el básquetbol para embarcarse en una gira nacional con su acordeón.
En los escenarios de Broadway, Lavelli deslumbró al público con su habilidad única. Su espectáculo no se limitaba a tocar el instrumento de viento; también despojaba su esmoquin para revelar el uniforme de los Celtics y ejecutar su famoso enceste imparable. La audiencia, inicialmente cautivada por la rareza del acto, pronto se encontraba aplaudiendo la destreza musical y atlética de Lavelli, un testimonio del poder unificador de la música y el deporte.
EL OCASO Y EL SUEÑO DE UN REGRESO TRIUNFAL
Inversionista inmobiliario y jugador en bolsa, este soltero de por vida siempre anheló un renacer en el mundo de la música. Su historia, a pesar del paso del tiempo, sigue resonando como un recordatorio de que la innovación y la audacia pueden cambiar la narrativa de cualquier disciplina.
La historia de Tony Lavelli va más allá de las estadísticas, los números y los títulos. Su habilidad única en el acordeón y su enceste imparable dejaron una marca indeleble en la historia de los Celtics y la NBA, demostrando que el básquetbol puede ser tan épico y extraordinario como una sinfonía musical.
En una época en la que la extravagancia no era moneda corriente en el deporte, Lavelli emergió como un pionero, fusionando dos mundos aparentemente dispares en un espectáculo que sigue siendo recordado como una joya rara y preciosa en la rica historia del básquetbol estadounidense.