La vida pueda cambiar en un instante y Bobby Hurley fue una de las personas que más lo entendió. Una de las mayores promesas que asomaba en los 90′. Integró el Select Team, el elenco desconocido que venció al Dream Team en la previa de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. Todo indicaba que iba a estar entre aquellos integrantes del grupo que iba a tomar el testimonio después de Michael Jordan.
Sin embargo, todo puede cambiar y cambió para mal en el caso de Bobby Hurley. Ya había llegado a la NBA con el 7° puesto del Draft de 1993 para jugar con los Sacramento Kings, pero todo se modificó en la noche del domingo 12 de diciembre de aquel año. El base regresaba a su hogar tras una derrota ante Los Ángeles Clippers. Él manejaba su auto cuando, de repente, otro vehículo sin las luces encendidas lo embistió a altísima velocidad. La imprudencia de Daniel Wieland, y una mala decisión, casi se combinan para un deceso fatal.
Hurley no llevaba el cinturón de seguridad puesto, mientras que el impacto de Wieland lo hizo salir despedido de su automóvil. ESPN luego hizo público el parte médico que recibió al ser atendido: «Sección en su tráquea; colapso pulmonar; ruptura del ligamento cruzado de la rodilla derecha; fractura de la fíbula derecha y dislocación de la muñeca derecha». El cirujano que operó a Hurley comentó que 99 de cada 100 pacientes que sufren la mitad de esas lesiones, mueren. El base sobrevivió.
PROMESA Y REFERENTE EN DUKE
Algunos lo definen como el mejor base que pasó por una universidad icónica como Duke. La institución contó con casos muy llamativos como Kyrie Irving y Jason Williams, pero Bobby Hurley está encima de todos. ¿Por qué? Principalmente porque fue el único en ganar dos títulos NCAA y de forma consecutiva para la Universidad (1991 y 1992).
También porque se preveía como uno de los mejores bases de los 90′. Un jugador capaz de generar juego para sus compañeros mediante sus pases. Líder histórico del certamen con 1076 asistencias, además de repartir 16 pases-gol para el récord del instituto. Todo esto con una altísima media de 7,6 registros por encuentro. Se perfilaba a ser uno de los mejores de la historia en el rubro, capaz de discutirle el puesto de mejor pasador de los 90’s a John Stockton.
Hurley llegó a la NBA con un currículum envidiable. 115-5 de récord en la categoría B del básquetbol secundario; dos títulos de NCAA; seleccionado como uno de los mejores 50 jugadores de la historia de la conferencia ACC; All-American en 1989 cuando saltó a la Universidad y en 1993 cuando se generó su desembarco en la NBA.
Sacramento lo seleccionó con el séptimo puesto porque era un hombre bajo (1,83 mts) para la media de la liga. Detrás de Chris Webber, Anfernee Hardaway y Jamal Mashburn, entre otros. Llamado a ser el jugador que iba a ser el líder generacional de los Kings.
Todo se esfumó con una imprudencia que casi le quita la vida. Milagrosamente pudo sobrevivir y disfrutar de su vida después de semejante incidente.
TRAS EL ACCIDENTE
Regresar a la cancha sonaba imposible tras semejante escenario, por lo que el 4 de noviembre de 1994 se vivió como una auténtica fiesta. La primera noche de la 1994-95 lo tenía nuevamente junto a los Kings. Una producción de 11 puntos y 5 asistencias para guiar al equipo al triunfo sobre Phoenix Suns. Historia de superación tan inexplicable como apasionante.
Semejante logro no debe ser reducido. No obstante, no volvió a ser el mismo. 242 partidos en Sacramento y sus últimos 27 en Vancouver para poner punto final a su carrera en la 1997-98. El cuerpo no le respondía al nivel que necesitaba. Decidió retirarse primero para ser jockey en las carreras de caballos. Luego, en 2013, tomó el camino de entrenador de básquetbol.
Tuvo dos buenos años en Buffalo Bulls antes de dar el salto a la Universidad de Arizona State. Incidió en la formación de futuros profesionales como Zylan Cheatham, Shannon Evans, Luguentz Dort y Josh Christopher, entre otros. Una referencia de cómo afrontar los golpes duros de la vida.