«Magic (Johnson) se va a morir», lanzó un compungido Larry Bird antes de desplomarse en los brazos de su esposa. Tiempo más tarde dijo que aquel fatídico 7 de noviembre de 1991 fue el segundo día más triste de su vida después del suicidio de su padre. Su histórico rival como amigo había contraído el VIH, una enfermedad que tuvo en vilo al planeta en la década de los 80′. No había (no hay) cura y todavía no existían los tratamientos para poder sobrevivir al virus. De hecho, 17 días más tarde, el cantante icónico Freddy Mercury falleció por una neumonía que se agravó a causa del VIH.
El caso de Magic Johnson cambió el paradigma de la enfermedad. Por un lado, sólo se pensaba que el virus sólo podía ser contraído por hombres homosexuales. Luego, se amplió a todo aquel que era bisexual. A su vez, se creía que sólo llegaba a un grupo limitado de personas. Su positivo dio a entender que no era una enfermedad para unos pocos, trayéndole complicaciones deportivas como personales. Aún con su salud hecha una incógnita, debió admitirle a su esposa que le fue infiel. Finalmente, ella aceptó la traición, manteniéndose junto a él.
SU BANDERA Y LUCHA
«Desde que di positivo, entendí que debía ser un líder en esta lucha», señaló Magic Johnson a la NBA. El base se volvió una cara visible como reconocida para el mundo del deporte. Cada jugador que estuvo en contacto con él se debió testear ante posibles transmisiones mediante la sangre producto de algún corte o golpe. Para alegría de ellos, no hubo casos positivos.
Fuera del básquetbol, se acercó a distintos grupos de ONGs involucrados en la inversión de la investigación para encontrar curas contra el VIH. Tras negativas de varios gobiernos, su exposición obligó a cambiar el paradigma, a reabrir el debate de la inversión en salud. A su vez, ofreció su cuerpo, favorecido por la actividad deportiva como su juventud, para hacer testeos. «Nunca pensé que iba a morir, soy un luchador. La medicina hizo lo suyo, yo hice lo mío y Dios también aportó algo», mencionó en retrospectiva. A través de él se lograron avances sociales como medicinales para empezar a encontrar tratamientos que mantuvieron con vida a otros pacientes.
Asumió el rol con la idea de volverse una de las banderas como portavoces de la lucha, aprovechando su fama para cambiar la perspectiva frente al VIH. Sin embargo, también lo hizo con un deseo claro: quería volver a jugar en la NBA. Quería que esa imposibilidad se aparte del camino para poder regresar.
EL APORTE DE DAVID STERN
Un artículo publicado en 2014 de David Granik en ESPN habló sobre la vuelta de Magic Johnson a través del All-Star de 1992. Tras una mejora física, el base sondeó la posibilidad de poder regresar a la actividad. Una postura que despertó muchos miedos en la liga. Un grupo conservador de dueños, jugadores, esposas y agentes, entre otros, consideraba que era imposible hacerlo por temor a contraer el VIH.
Sin embargo, David Stern lo encaró de otra manera. Primero se formó mediante los médicos para poder considerar la posibilidad. Una vez que se dio cuenta que él podía regresar sin contagiar al resto, empezó a formar a los jugadores como equipos. Un grupo de especialistas se acercaba a cada centro de entrenamiento para exponer sobre la enfermedad. Hablaba de las causas, las consecuencias, las posibilidades de contagio y también atendía a las preguntas de los presentes. Mediante la educación se pudo calmar las aguas.
«La liga tenía la oportunidad de mandar un mensaje. Dejar de aislar a los positivos, de tratarlos de leprosos, de cambiar el debate. Había gente que pensaba que se contagiaba con sólo estrecharle la mano», mencionó el ex comisionado de la liga en la entrevista. Agarró el hierro caliente, actuó en pos de la formación de sus trabajadores, dejó en clara la importancia de educarse y cambió la mirada de todos. Las alejó de los prejuicios con información clara y valiosa.
De esta manera, se consensuó el visto bueno de la NBA. El 9 de febrero de 1992, Magic Johnson pudo decir presente en el All-Star de Orlando, Florida. Casi 15 mil espectadores vieron su regreso.
EL PARTIDO
Salió a la cancha como un león salvaje que es liberado de la jaula. Después de meses de frustraciones y de lucha, podía darse el gusto de demostrar que seguía siendo uno de los mejores del mundo. Dennis Rodman le mencionó en la previa que lo iba a marcar duro, a él le gustaba el desafío.
Aquella noche, al menos, fue el mejor: 25 puntos, 9 asistencias y 5 rebotes para ser el MVP del triunfo del oeste sobre el este por 153-113. Aquel All-Star de Orlando 1992 significó uno de los momentos de mayor alegría en la vida de Magic Johnson. «Nunca olvidaré los abrazos después del partido, los choques de puño… fue el punto final que quería a mi historia», recordó en retrospectiva.
Fue el primer paso de su incansable lucha. Meses más tarde recibió el visto bueno del Comité Olímpico Internacional para decir presente en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 junto al histórico Dream Team. No obstante, recién regresó a la NBA formalmente en la 1995-96, cuando jugó un último año antes de señalar su retiro.